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Amigo, palabra que encierra los más altos sentimientos. Amigo que da su tiempo, su ofrenda, su trabajo para hacer de la Iglesia de San Placido, un legado de Amor y Fe.

A todos nuestros amigos, nuestro respeto y gratitud



























San Benito en memoria de Jorge Roberto Alcaide es entronizado en la Iglesia Catedral de San Juan.

“Los sueños no mueren llegan en vibraciones y en uno esta cumplirlos"

San Benito es entronizado en la Iglesia Catedral de San Juan, en Memoria de JORGE ROBERTO ALCAIDE, gran devoto de este este santo y colaborador de la Fundacion San Placido. 














Historia de San Benito


En el año 480 nacieron en el ceno de una familia patricia en Nursia (Italia) dos gemelos un niño y una niña que recibieron por nombre Benito y Escolástica.
Sus padres se llamaban Eutropio y Abundancia. El nombre de Benito viene del latín Benedictus y como dice San Gregorio era doblemente bendito tanto por gracias como por nombre, pues desde su niñez ya se hallaba dotado de una prudencia de anciano.
Benito y Escolástica fueron creciendo en años al mismo tiempo que en virtud. Benito joven patricio que contaba con medios para lograr todo lo que un mundo tentador puede ofrecer desprecio todo por seguir a Cristo que se había adueñado de su corazón. Escolástica modelo su corazón en el ideal de la virtud, de la pureza y se consagro a Dios desde su infancia.
Es verdad que en las personas de sus hijos, Dios recompensa a veces la virtud de sus padres, quienes tenían costumbres puras y virtudes ejemplifica de un cristianismo arraigado profundamente.
Con quince años Benito va a estudiar a Roma, allí se encuentra un mundo diferente lleno de herejías, practicas extrañas, gente pagana, corrupción de costumbres. El no podía quedarse allí, no podía resistir esa vida. El quería emplear una vida mejor, consciente aunque ignorante, iletrado pero sabio como dice San Gregorio dejo Roma y se encamino hacia la soledad.
Se fue acompañado de su aya o nodriza, llamada Cirila que le profesaba un fiel y profundo cariño. Se fue Tívoli a unos cincuenta kilómetros de Roma. Allí en esos montes se sentía cómodo, feliz porque estaba fuera del mundanal ruido. Pero un incidente en aparaciencia insignificante pero que le traería grandes consecuencias lo llevo a adentrarse o irse al desierto.
Cirila, su aya pidió prestado a su vecina un tamiz de barro para limpiar el trigo, este se cayó al suelo rompiéndose en dos partes, al llegar Benito y ver el llanto de su aya el joven conmovido se arrodillo en el suelo y empezó a orar.
Cuando se incorporo el tamiz estaba otra vez entero, sin la más mínima señal de rotura. Cirila no lo podía creer (era un milagro, no había duda) y ella se lo cuenta a sus vecinas, causo tal admiración que todos querían verlo y esta veneración de que era objeto su persona le molestaba a Benito por su humildad.
Había huido de Roma para no contagiarse del mundo porque solo deseaba servir a Dios con humildad, la angustia le invadió porque la gente lo consideraba un ser privilegiado y extraordinario.
Y así toma la decisión sin despedirse de su nodriza, su huida es total, súbita, definitiva para desde su soledad servir a Dios.
En el camino encontró a un hombre con hábitos monacales llamado Román, quien le indica la gruta abierta en la roca y le promete ayuda. Era la cueva de Subiaco, Román le llevaba de su pan, su comida ingeniándose para que nadie lo viese. Pero los designios de Dios eran otros y por varios días Benito no recibió comida nadie sabía la existencia de Benito solo el fiel Román. En la víspera de Pascua un sacerdote había hecho preparar unos manjares especiales, estando dicho sacerdote en el altar orando escucho una voz que le decía “Tu vas a regalarte con finos manjares, mientras mi siervo padece hambre en tal sitio”. El sacerdote tomo los manjares lo coloco en una sesta y se fue al lugar indicado, un trayecto dificultoso y largo hasta llegar a la oculta gruta del ermitaño.
Benito y el sacerdote se pusieron a rezar juntos, Este le dijo levántate hermano y tomemos alimento porque hoy es Pascua, no debes prolongar más tu ayuno porque para eso he sido enviado, para que juntos festejemos el día de la resurrección.
Durante tres años vivió Benito en aquella pequeña y oscura gruta que desde su muerte hasta nuestros días es un lugar luminoso y bendito “La santa Gruta del Subiaco”, mundialmente famosa el Sacro Speco donde concurren cristianos de todos los países.
Benito dejaba obrar a Dios por eso llego hacer fundador de una familia la del Orden Benedictina. En 1223 cuando San Francisco de Asís paso por Subiaco para ir a Nápoles, al visitar el Sacro Speco se prosterno ante el zarzal de espinas que habían desgarrado el cuerpo de San Benito cuando este fue tentado por el demonio y al bendecirlas las convirtió en un hermoso rosal cuajado de rosas que aun hoy pueden admirarse.
Maestro de la virtud fue Benito, el hablaba de las delicias de la fe, de la paz de Dios, de la humildad, del amor y de las buenas obras. Muchos de los oyentes se convirtieron, los primeros fueron unos pastores que lo descubrieron cerca de la cueva, cubierto de pieles de animales convertido en un ermitaño.

El poder de la señal de la cruz muere el Abad en un monasterio cerca de Tívoli y le piden que ocupe su lugar, el que tenía visión de santidad sabia que allí le esperaba un choque entre Él y los monjes por la vida sin disciplina que llevaban. Acepta pero impuso la observancia de la vida regular en aquel monasterio, no permitiendo a nadie desviarse. Al verse los monjes tener que renunciar a la gran vida que llevaban, tramaron darle muerte a Benito y mesclaron veneno en el vino. Benito hizo la señal de la cruz sobre el vaso y este se hizo añico y se rompió. Benito comprendió enseguida que habían querido envenenarle, se levanto de la mesa les dijo “Dios os perdone hermanos elegid otro Abad que se acomode a vuestro modo de vivir” y los dejo y regreso a su gruta.
Benito vivía en su Subiaco pero la fama de santidad se extendió y tuvo que fundar un monasterio con doce monjes, allí preparo las almas de quienes le habían confiado. Pero era tanta la gente que fundó doce pequeños monasterios u oratorios en los alrededores de Subiaco, cada uno con doce monjes y cada uno ejercía un oficio todos trabajan.
La fama llego hasta Roma y varios nobles le ofrecieron sus hijos para que los educara en la disciplina, entre ellos se encontraban Equicio y Tértulo de linaje Patricio quienes le encomendaron sus hijos Mauro y Placido y estos fueron sus fieles e inseparables compañeros.
La vida en el monasterio bajo la dirección de Benito se deslizaba apacible, tranquilo, con mucha paz. El tiempo se haya repartido entre la Oración y Trabajo. “ORA ET LABORA” y cuando el Abad lo requería los monjes eran convocados al oratorio y nada se tenía que anteponer al oficio divino y tenían que dejar todo.
Ya Benito tenía marcado su don de santidad, tenía el poder de la visión, de saber antes que sucedieran las cosas, era un clarividente sabio y poderoso. Numerosos sucesos en su vida hablan y confirman lo antes dicho. El caso del monje distraído. Hizo brotar agua en la cumbre del monte. Otro hecho hace caminar a Mauro sobre el agua para salvar a Placido que se ahogaba en el agua, mientras Benito desde su celda sostenía a Placido de sus cabellos.
En muchas ocasiones querían envenenar a Benito y este con el poder de la señal de la cruz vencía todo mal. Muchos enfermos se curaron, devolvía la alegría, la paz, curaba los cuerpos y las almas siempre con humildad y caridad.
Benito dejo Subiaco donde se inicio su obra y se fue a Montecasino la cumbre de Casino era una acrópolis y allí los monjes contemplativos encontraban sobre estas Cimas un alimento para su meditación este lugar era propiedad de Tértulo, padre de Plácido que contaba con muchos bienes y posesiones, esta montaña es considerada la santa montaña y es donde se ha escrito la regla benedictina.
Tenía Benito a su hermana gemela consagrada a Dios desde su tierna infancia, en un convento de Plumbariola, Escolástica era la colaboradora de Benito, este la dirigía y ella era el apoyo de su hermano, una vez al año subía al monte para ver a su hermano y una vez al año descendía Benito para ver a su hermana.
El 10 de febrero de 547 estando Benito en su celda orando, vio el alma de su hermana subir al cielo, tres días antes habían estado juntos, Benito mando a sus monjes a trasladar el cuerpo hasta el monasterio y de este modo se cumplió que los que habían tenido siempre una sola alma en Dios, no estuvieran separado ni tampoco sus cuerpos en el sepulcro.


Muerte de San Benito
Benito había cumplido su misión, había fundado los monasterios que rodeaban la santa gruta de Subiaco y el de Montecasino.
Todo sucedió como El había predicho, seis días antes de su muerte Benito mando abrir su sepultura, cae enfermo el 21 de marzo del año 547 pide a sus monjes le lleven a la Iglesia del monasterio allí y pide la comunión, se pone de pie, levanta sus brazos al cielo y con la oración en los labios muere. Muere de cara al altar, alzando las manos al cielo, rezando.
La humildad de la cruz y la conciencia de su misión monástica y apostólica cumplida su mayor obra la Orden Benedictina.
Colocaron su cuerpo al lado de su hermana Escolástica. Un pequeño nicho en la parte posterior del altar mayor de la Basílica, guarda su despojos mortales hasta la eternidad.
Benito había dejado su santa regla.

Medalla de San Benito

Significa con esta señal Vencerás y también el exorcismo que está en la medalla contra el demonio. Vade retro Satana. Retírate Satanás

La medalla

La medalla representa de un lado la imagen de la cruz y del otro la del santo Patriarca.
En los cuatro ángulos de la cruz se haya grabados.
C.S.P.B Crux Sancti Patris Benedicti (Cruz del Santo Padre Benito)
El exorcismo que significa
C.S.S.M.L Crux Sancta Sit Mihi Lux (La santa cruz sea mi luz)
N.D.S.M.D Non Draco Sit Mihi Dux (No sea el dragón mi guía)
V.R.S Vade Retro Satana (Retírate Satanás)
N.S.M.V Nun guam suade mihi vana (No me aconsejes vanidades)
S.M.Q.L Sunt mala quae libas (Son cosas malas las que tu brindas)
I.V.B Ipse venena bibas (Bebete tu esos venenos)    








San Placido en la Catedral de San Juan - Argentina

La devoción a San Plácido surge a partir del terremoto del año 1944 que diezmo la ciudad de San Juan. La señora Angelita Greco de Piscitello promete al Santo, que si se salvaban todos los miembros de su familia ella haría esculpir la imagen de San Plácido que tendría por destino la primer Iglesia levantada después del terremoto. 
A los veinte años, San Plácido es depositado en la Catedral de San Juan cumpliendo asi la promesa